Visita los valles y rincones de tu corazón y te toparás con manantiales de vida, de justicia y solidaridad, de verdad y alegría.
Es mi Espíritu que desde siempre puse en tí.
Repara en la vida de tu familia -cercana y lejana, rota y unida, en éste y en aquél-: descubrirás huellas de corazones entregados y hermanos que quieren ser hermanos.
Es mi Espíritu que desde siempre puse en vosotros.
Observa el caminar de tu pueblo, a veces, triste y lento; otras, alegre y ligero, con proyectos, planes y sueños; abriendo caminos o sólo senderos.
Es mi Espíritu que alienta vuestro aliento.
Mira la Iglesia, mírala sin recelo. Sé sus males, sus yerros y traiciones; también tus dudas, críticas y dificultades. Pero bajo su aspecto pesado, seco y polvoriento, brota la vida, es oasis y centinela, tiene entrañas y profetas.
Es mi Espíritu vivo en sus arterias viejas.
Exiende tu mirada por el ancho mundo, más allá de tu casa, pueblo y patria. Fíjate en los esforzados del querer solidario, en los que luchan para que otros alcancen lo suyo.
Es mi Espíritu valiente en corazones liberados.
Llégate a los lugares más olvidados de la primavera y los sueños humanos. ¡Todavía no conoces los mejores secretos! Limpia tus ojos para ver lo que allí crece.
Es mi Espíritu que florece a la sombra de los pobres.
Observa, ve y aprende; contempla y canta; ábrete, goza y déjate llevar por mi Espíritu, soplo, brisa, huracán, aire que has recibido gratis.
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